La interacción Música-Mente-Cerebro

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Hoy pocos científicos considerarán la mente como algo extracorpóreo estrechamente unido a la glándula pineal, pero todavía cabe hacer la diferenciación. Ya no al estilo cartesiano, sino al estilo neurológico: mente= procesos mentales, cerebro= órgano de la mente.

Se desconoce cómo a través de la actividad eléctrica y metabólica de complejas redes neuronales que funcionan siguiendo determinados patrones o circuitos, que son plásticos y que se componen aparentemente por moléculas y principios que no son nuevos ni específicos del cerebro, cómo emergen (si en verdad emergen) la imaginación, la memoria, los estados de ánimo, la creatividad, la conciencia, la voluntad, la impulsividad, el miedo…

La música evidencia la distinción mente-cerebro. Al escuchar música, al cantar, al bailar, al componer una canción, al tararearla o simplemente pensar en una pieza, se activan zonas fronto-temporo-parietales de la corteza y estructuras límbicas y paralímbicas como la amígdala, la corteza cingulada anterior o el hipocampo.

Pero ¿esa activación, esos patrones de respuesta electrofisiológica (que parecen depender, entre otras cosas, de la historia personal de cada individuo, de su entrenamiento musical y de su procesamiento semántico y sintáctico) pueden explicar los efectos reminiscentes o que sobre el estado anímico o la atención produce la música?

No, no pueden. Y como no pueden, como no podemos, cabe seguir hablando de mente y cerebro.
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