Neuromusiquéate

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Neuropsicología y Musicoterapia es un espacio donde compartir ideas, inquietudes, recursos y herramientas prácticas para familiares y amigos de personas con algún tipo de daño cerebral abiertos al empleo de la música como instrumento rehabilitador y terapéutico. ¡Haz clic, lee y neuromusiquéate!

Música, emoción y memoria

Todos recordamos canciones infantiles. La mayoría de nosotros reconoceríamos o incluso seríamos capaces de cantar al unísono “el patio de mi casa” o “tengo una vaca lechera”. Y al escuchar una melodía que no hemos oído durante muchos años, rápidamente nos sentimos transportados a aquella época, a las emociones, vivencias o pensamientos de entonces.

Es interesante que analicemos, aunque sea de forma breve y un tanto superficial, la relación que existe entre la música y la memoria, en qué se apoya ese vínculo, y que nos demos cuenta de que lo podemos utilizar en nuestra cotidianidad, para evocar recuerdos, imágenes y emociones pasadas, o para objetivos más pragmáticos como no olvidar coger las llaves antes de salir de casa.

Podemos definir la memoria como el proceso cognitivo que permite codificar, almacenar y recuperar información. Si hablamos de memoria implícitamente estamos refiriéndonos también al proceso anterior sin el cual no tendría sentido hablar de memoria, al aprendizaje. Aprendizaje que tampoco sería posible si no tuviéramos ese registro o almacén y recuperador de datos. Por tanto podemos decir que memoria y aprendizaje son procesos interdependientes, condicionados por múltiples factores, como las emociones, la atención, la creatividad, la capacidad de atención y otras características cognitivas y personales del individuo, así como del contexto de enseñanza-aprendizaje, del contexto familiar y del ambiente.

El modelo multialmacén de Atkinson y Shiffrin (1968) ha protagonizado la concepción de la memoria durante los últimos años, estos autores diferencian una memoria sensorial, que proporciona una especie de «copia literal» del estímulo durante un breve periodo después de la exposición, de una memoria a corto plazo, que permite que la información se almacene durante el tiempo suficiente como para poder utilizarla, de una memoria a largo plazo, de capacidad ilimitada, depósito de toda aquella información que no se utiliza en el momento pero que potencialmente puede recuperarse.

Este modelo ha sido criticado por ser demasiado estático, pues considera la memoria como un almacén donde introducimos los recuerdos para después recuperarlos tal y como se grabaron, y esta explicación contrasta con la más aceptada por los neuropsicólogos, que defiende que no existe un lugar específico en el cerebro para el recuerdo o la memoria (pues ni siquiera en el nivel básico los recuerdos son recuperados exactamente como quedaron grabados, sino que más bien son nuevas recategorizaciones, recreaciones de episodios pasados que salen a la luz dependiendo de las necesidades concretas del sujeto), sino que, la memoria estaría en función del refuerzo de las sinapsis de los diferentes grupos de neuronas, que establecen conexiones sólidas y configuran mapas locales que a su vez se conectan con otros creando así mapas más globales.

Serafina Poch, una de las grandes pioneras de la musicoterapia en España, incluye dentro de los efectos intelectuales de la música la ayuda al desarrollo de la memoria. De acuerdo con la teoría holográfica del cerebro de Pribram, el enorme placer de la música parece derivarse del hecho de que la música puede activar gran cantidad de segmentos de memoria. Esto es relevante porque sabemos que la memoria se desarrolla más cuanto más la ejercitemos y es congruente con la utilización del aprendizaje de canciones y melodías (en cualquiera de sus formas audición, ejecución, composición, canto y danza) para ejercitar la memoria de niños y adultos.

La música puede evocar imágenes y recuerdos que no pueden evocar las palabras o fotos. El emparejamiento de la música con los eventos significativos fortalece su uso como punto/señal de recuperación. Aunque el proceso subyacente de la evocación de la música necesita más investigación, los estudios clínicos indican que la música familiar puede ser un estímulo poderoso. Una canción puede ser como un código, la representación de una parte de la historia de una persona.

Hay múltiples referencias bibliográficas que recogen el hecho de que pacientes con Alzheimer y otras demencias, a pesar de padecer afasia y pérdida de memoria, continúan cantando canciones antiguas (Braben 1992) y bailando al son de viejas melodías, y a pesar del deterioro del lenguaje que experimentan, las habilidades musicales parecen preservarse intactas (Swartz et al 1989). Los estudios de casos incluyen pacientes que conservan la habilidad de tocar composiciones previamente aprendidas pero que son incapaces de identificar el compositor o los títulos de las obras, o incapaces de nombrar canciones previamente oídas cuando son tocadas de nuevo.
Por otra parte sabemos que una de las funciones de la música es representar simbólicamente objetos, ideas y comportamientos, y la capacidad de suscitar emociones. Cabe preguntarnos si es gracias a la carga emocional asociada a la música, que ésta facilita la memoria de experiencias, personas, etc.
Digamos que la música puede de una manera natural movilizar la memoria de la emoción. La música nos afecta directamente, sin necesidad de intermediarios, tiene un acceso directo a nuestra vida emocional y estamos directamente afectados por ella, y cuanta más conciencia tengamos de ese proceso, de cómo se relaciona la música con nuestra emocionalidad, más efectivamente podremos utilizarla de manera terapéutica.

La música y las emociones positivas contra el estrés

Utilizamos el sonido para comunicar estados internos y representaciones mentales, principalmente a través del discurso oral y de la música. Y esto sucede desde tiempos inmemoriables y en todas las culturas. La música también puede comunicar información semántica, como ha demostrado el neurocientífico y profesor Stefan Koelsch (invitado en el programa 105 de Redes: Música, emociones y neurociencia), quien afirmaba que raras son las zonas cerebrales que no activa la música.

Dado el impacto que la música produce en nuestro cerebro, es lógico que la neurociencia se pregunte por los mecanismos subyacentes del procesamiento musical. Personalmente, tuve el placer de asistir a una conferencia de Robert J. Zatorre y quedé cautivada por sus estudios. Recientemente ha publicado un artículo muy interesante sobre por qué la sucesión de estímulos sonoros sin significado por sí solos resulta tan gratificante para el ser humano. Encuentra que las expectativas temporales y tonales y las predicciones asociadas que hacemos en base a regularidades encontradas previamente en la música (al parecer esto sucede en la corteza cerebral), son fundamentales para la activación emocional que se produce en el sistema dopaminérgico estriatal.

A propósito del placer, la satisfacción, la recompensa, y en general de las emociones positivas, George Vaillant, profesor de psiquiatría de Harvard, se lamentaba recientemente en un artículo del olvido del abordaje neurocientífico de la consciencia de las emociones  positivas y/o espirituales, y de la voluntad. La esperanza, la fe, el perdón, la alegría, la compasión y la gratitud alivian el estrés y contribuyen a la regulación del sistema neuroendocrino, protegiéndonos contra el mismo, afirmaba Vaillant.

De todo lo anterior podemos concluir que la música, medio de comunicación universal,  permite canalizar la expresión de emociones positivas a través de un complejo sistema de análisis y generación de expectativas y esto podemos utilizarlo terapéuticamente para la autorregulación emocional y la prevención de síntomas de estrés.

Searching for Sugar Music

http://www.flickr.com/photos/guah/8958963164/

Al igual que Sixto Rodríguez, protagonista de «Searching for sugar man», todos podemos encontrar a través de la música, con mayor o menor participación activa, una vía de expresión que nos endulce la vida. En su caso es posible que el «azúcar» (entiéndase como alegría de vivir y no como cocaína) esté permanentemente con él,  o puede incluso que él sea el «azúcar».

Juliette Alvin decía que la entrada de la música en los vericuetos más secretos del alma es un hecho ante el cual estamos indefensos.

Desde un punto de vista más neuropsicológico, las teorías de simulación emocional sostienen que la música, al ser un estímulo emocional, activa las áreas cerebrales responsables de producir ese estímulo en particular. Luego no solo percibimos la música sino que vivimos (o simulamos vivir) la emoción que nos transmite.

En nuestro cerebro una música percibida como emocional activa, entre otras zonas, áreas somatosensoriales y motoras, y el núcleo accumbens (parte del sistema de recompensa) y esto se entiende como un índice de simulación emocional, de modo que a mayor activación de estas áreas, mayor es la experiencia emocional vivida ante la música.

Volviendo al origen de la divagación, si buscamos Sugar Music, hagamos que sea congruente con nuestro estado anímico del momento, porque de esta manera será más fácil que endulce, aunque la letra sea especialmente amarga, salada  o poco menos que ácido sulfúrico.

Muy recomendable la película Searching for Sugar Man 🙂

Mindfulness y procesamiento emocional

Si mi cuerpo y mi mente fueran péndulos moviéndose a diferentes velocidades, de distinto material y tamaño, parece ser, que la experiencia de mindfulness los sincronizaría. Mi mente sabría que está oscilando aquí y ahora y sería consciente de su alrededor, por tanto, consciente del cuerpo y de cualquier estímulo presente.

Para lograr esta presencia-consciencia-mindfulness se recurre a estrategias de meditación del Budismo o Taoísmo, como por ejemplo focalizar la atención en la propia respiración o en sensaciones corporales.

Diversos estudios han demostrado la relación de la meditación con el fortalecimiento del sistema atencional prefrontal, con incremento de actividad en la parte lateral del córtex prefrontal, con disminución de niveles de ansiedad, estrés y depresión, con mayor inhibición de la amígdala, etc.

Partiendo de estos datos (y de otros muchos), Robert-Wolfe y otros estadounidenses en 2012 demostraron a través de un estudio controlado con estudiantes voluntarios que aquellos que habían participado en un programa de entrenamiento en mindfulness de doce semanas de duración, obtenían mejores puntuaciones en el recuerdo de palabras «positivas» (asociadas a una emoción positiva) y en la autoevaluación de bienestar psicológico que aquellos que habían recibido formación en otros cursos.

Yo me pregunto si no sería entonces la mindfulness una especie de filtro atencional más que ese estado de «conciencia abierta» o de alerta del que hablaba al principio.

Os adjunto aquí el artículo.

MINDFULNESS AND MEMORY

Ludópatas y alcohólicos, semejantes pero diferentes

Ludópatas y alcohólicos toman decisiones arriesgadas y son impulsivos, según un ensayo clínico realizado en Cambridge en 2009 por J.A. Lawrence y otros. Este comportamiento se asocia con una afectación en la corteza ventral prefrontal.

Los déficits en la memoria de trabajo y la baja velocidad de procesamiento serían específicos de los alcohólicos, como consecuencia de su consumo excesivo de alcohol.

adiccion y nps

Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo (A. Einstein)

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En ocasiones pasa que bebemos repetidas veces agua en la misma botella  esperando que sepa distinta.

Si el agua procediera de un río, dejáramos la botella flotando y se renovara antes de cada trago, tendría sentido.

Pero si compro una botella de agua mineral, va a saber a plástico el primer, el segundo y el tercer trago. Si no me gusta esta agua y no tengo posibilidades de beber otra (estoy muerta de sed, no puedo moverme, no hay agua ni nadie que pueda proporcionármela a mi alrededor y no tengo móvil ni ninguna forma de comunicarme que no sea mi voz, pero tengo la garganta muy seca)  estoy jodida.

Pero normalmente no estamos así.

Suele suceder que no me gusta mi agua pero puedo ir a una fuente, un oasis, una tienda, un grifo, un kiosco,  un bar o, si me apuras, a mi propia casa  y rellenar la botella, beber en mis manos o directamente del chorro. Si no puedo moverme, suele suceder que hay alguien alrededor dispuesto a moverse por mí. Y si no hay nadie para desempeñar tan loable labor, suele suceder o bien que tengo un dispositivo para comunicarme con gente que sí pueda moverse por mí o tengo una voz potente. Si estuviera afónica y sin lo precedente, posiblemente sí, como dije antes, la condena sería pétrea. Pero aun así, si es agua, aunque esté mala, puedo imaginar que es una poción mágica que me devolverá la  habilidad de vociferar y moverme, y dispondrá a mi alrededor de todo lo imprescindible para conducirme irremisiblemente a la felicidad más absoluta. Y quién sabe, lo mismo el trago siguiente me sabe mejor.

Con esto quiero decir que si no puedo cambiar mis circunstancias (lo cual es bastante improbable), siempre puedo cambiarme a mí, mis pensamientos, mi forma de ver el mundo y mis expectativas. Entre otras muchas cosas, claro. Y beber agua, que es muy sano.

🙂

La música, mnemotécnica en Alzheimer

Simons- Stern y otros en 2010 publicaron un interesante artículo que trata de comprobar si la música puede potenciar el aprendizaje de nueva información en pacientes con Alzheimer. Los resultados fueron positivos, pero a pesar de esto, no he leído nada publicado al respecto posteriormente.

Además de los resultados en sí mismos, fue interesante el método empleado. Duró tan solo 30 minutos. Recurrieron a canciones infantiles no familiares para los pacientes y les presentaron letras (en una pantalla) acompañadas de una voz que las leía, o letras al tiempo que  una voz  las cantaba con acompañamiento musical. El total fue de 40 canciones de 4 líneas, 20 presentadas de una forma y 20 de otra, y de manera aleatoria. La grabación se repetía dos veces. Después, en la fase de evaluación se les pedía que reconocieran de entre 80 canciones cuáles habían visto antes y cuáles no (sin ningún tipo de audio).

Contaron con un grupo control de adultos mayores sanos para comprobar si la música tenía el mismo efecto potenciador. Entre controles y grupo de estudio no había diferencias significativas en cuanto a edad, nivel educativo ni experiencia musical, aunque sí había diferencia en cuanto a género (9 hombres en el grupo de pacientes y 4 en el de controles), pero se demostró luego no ser determinante este factor.

Aunque la hipótesis de los investigadores era que se percibirían mejorías con la música en el reconocimiento en los dos grupos, los resultados mostraron que solo sucedía en los pacientes con Alzheimer. La explicación posible que dan es que en los pacientes afectados de Alzheimer los estímulos musicales, al ser procesados por una amplia red neurológica que incluye ganglios basales, núcleo accumbens, área tegmental ventral, hipotálamo, cerebelo, corteza medial prefrontal y orbitofrontal, permiten una mejor asociación con la letra, mientras que los adultos sanos no necesitan un procesamiento tan holístico para realizar una tarea tan sencilla, y no recurren, por tanto, a estos circuitos. Otra posibilidad tendría que ver con el déficit atencional de los pacientes con Alzheimer, en quienes la música haría aumentar su nivel de arousal y por tanto facilitaría la codificación.

Sería interesante conocer la continuidad de este estudio, porque las repercusiones en la potenciación del recuerdo episódico de estos pacientes podría ser enorme.

Os adjunto el link del artículo 🙂

http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2914108/

ENTRENANDO A LAS NEURONAS ESPEJO A TRAVÉS DE LA MÚSICA

Frith, Leslie y Baron-Cohen en 1985 se preguntaban si los niños autistas tendrían una disfunción en la habilidad para atribuir estados mentales a otros, esto es, si tendrían una teoría de la mente (ToM, Theory of Mind) o no. Ellos proponían que un déficit específico en la ToM se manifestaba en la tríada de Wing (disfunción social, en la comunicación y en el juego simbólico).

En los años 90 en la Universidad de Parma, Rizzolatti y su equipo, investigando con monos Macaco sobre la activación en el área premotora al coger un determinado objeto, encontraron que había neuronas, que llamaron especulares, que se activaban en esa misma zona sin que los monos se movieran un milímetro, siempre y cuando vieran que otro realizaba esa misma acción con ese mismo objeto. La trascendencia de este descubrimiento se auguraba enorme porque hasta entonces no se había concebido nunca que un mismo grupo de neuronas fueran sensoriales y motoras a la vez. Este sistema de redes neuronales posibilitaría el eje percepción- ejecución-intención, y por tanto integraría la atribución o percepción de las intenciones de los otros, y por tanto la ToM.

Siendo esto así, cuando yo veo a alguien haciendo algo (que yo he hecho previamente, muy importante), automáticamente mi cerebro simula esa acción, y si yo entiendo la acción de otro es porque yo tengo una copia en mi cerebro para esa acción. Si yo sé cómo te sientes, si te entiendo, es porque siento lo que estás sintiendo, sin intermediarios, automáticamente, sin intervención de ningún pensamiento o proceso superior. La comprensión interpersonal, la empatía, tendrían su base neurobiológica en las neuronas espejo.

Entendido esto, vamos a las aplicaciones prácticas. Resulta que la red de neuronas especulares puede modificarse con entrenamiento sensoriomotor (Catmur et al. en 2007 lo demostraron), y de esto se deduce que los niños autistas, que tienen supuestamente alterada esta red o sistema, pueden beneficiarse de estas modificaciones. ¿Y cómo se puede entrenar a las neuronas espejo de los autistas a actuar de forma diferente a la habitual? No pocos investigadores y terapeutas, aun antes de conocer estas redes especulares, han comprobado que existe un medio: la música.

Overy y Molnar-Szackacs (2009) dicen que al hacer música a través de actividades que impliquen imitación y sincronización, se activan zonas cerebrales que se solapan con el sistema de neuronas espejo (área 44 y 45 de Brodmann), y la música es percibida como un acto motor expresivo intencional.

Catherine Y. Wan y otros recientemente han trabajado con lo que han llamado Auditory Motor Mapping Training (AMMP), que podríamos traducir como entrenamiento en mapeo sonoro-motor, que incluye vocalizaciones (para que el niño aprenda sobre la variedad de sonidos que puede producir y su longitud), la imitación (tras varias sesiones dedicadas a este proceso los niños pasan más tiempo interactuando socialmente), el canto (activa el área fronto-temporal conectada con la red de neuronas espejo), el empleo de pictogramas (para representar palabras o frases que se les quiera enseñar) y de tambores melódicos (instrumentos interactivos que facilitan la comunicación).
Con todos estos elementos se crearía a través de repetidos ensayos una asociación entre un sonido concreto y una acción motora específica (el movimiento que realizan a través de la mano y cantando) y se produciría de forma progresiva una mejoría lingüística y comunicacional. Wan y otros ilustran el proceso como algo progresivo: el terapeuta introduce las palabras o frases objetivo cantándolas y tocando los tambores en la misma tonalidad, el niño pasa de la escucha activa a cantar al unísono con él, luego es solo parcialmente apoyado por el terapeuta, después repite de forma inmediata lo que dice el terapeuta, y finalmente produce la palabra objetivo o frase por sí solo.

Espero haber despertado tú interés sobre este tema. Mi bibliografía ha sido un par de artículos que aquí te adjunto.

mirror neurons_singing to speaking